No hay un día que hagamos el cambio de niño a adulto. No existe una fecha que nos hacen una prueba y nos digan «tu infancia ha llegado hasta aquí».
Nuestro cuerpo cambiante se desarrolla rápidamente en los primeros veinte años, y parece que entonces ya toca ponerse el traje de adulto.
Pero el niño sigue dentro, aquel que todavía necesita sentirse comprendido, el que necesita una buena dosis de abrazos, el que se ha envuelto en una bola de pensamientos y no sabe cómo desenredarse.
Te invito a mirar a los adultos que te rodean como niños disfrazados. ¿Qué ves? ¿Qué crees que necesitaría la criatura que todavía está dentro de todos ellos? ¿Y la que está dentro de ti?